Desde la época colonial hasta la fecha, El Salvador ha experimentado una serie de cambios que han venido a coadyuvar o al menos pretenderlo así, al proceso educativo de nuestro país. En esta secuencia de sucesos históricos se ha marcado la pauta para permitir hechos que marcaron y marcan un lineamiento de nuestra educación. Sin embargo, hay que aclarar que, la educación como tal inicia desde el individuo mismo, desde él y para con él; y por supuesto del individuo para con otros, en su primer plano, el individuo con la familia. Luego se enmarca este proceso evolutivo pluridimensional en un entorno socio geográfico como la escuela y el aula y la comunidad.

Sin detallar hechos que conforman la Reforma Educativa en Marcha, hay que decir que muchos cambios han sido muy positivos, como también decir que otros, sin embargo, han limitado y lentizado la educación en el país.

 
El sistema educativo de El Salvador, carece de recursos pertinentes, desde recursos materiales: de infraestructura, mobiliario, equipos, papelería, material impreso, entre otros; hasta limitantes digitales: equipo informático actualizado, conectividad baja (red e internet), programas para enseñar y aprender, entre otros; recurso pedagógico propio como experiencias exitosas en escuelas, innovaciones pedagógicas; recurso didáctico y otras limitantes más.
En las Reformas Educativas en Marcha se han dado cambios en su momento y en su contexto pero no ha habido un seguimiento adecuado y pertinente a ellos, es decir no se ha monitoreado, evaluado y reorientado estos cambios en función de aprobarlos y fortalecerlos, modificarlos, adecuarlos y actualizarlos o en su caso evaluarlos y desecharlos.

Una reforma es integral e integradora, permitiendo convergir talento humano, docentes, alumnos, padres y madres, comunidad, conocimiento, experticia, experiencia, dinero, material, infraestructura, tecnología, acciones, pensamientos, ideas, y otros elementos más para vincular y armonizar, de acuerdo a la época y contexto,  un proceso educativo de mejor calidad.